Existe una idea falsa en el mundo y en la iglesia que la fe y la razón no pueden ser compatibles o no pueden estar de común acuerdo, cuando la realidad es que ambas no pueden existir por separado. Cuando Dios llamó a Adán, "¿Adán, donde estás?" no estaba tratando de averiguar su localidad física, Dios estaba preguntando a Adán acerca de su relación moral y espiritual con su Creador. Es como si Dios dijera "¿Qué ocurrió con la relación que tuvimos Adán? La hemos perdido y yo estoy muy apenado." Como se puede leer en un aviso en el parachoques de un automóvil, "Cuando usted se siente apartado de Dios ¿adivine quién se mudó?"
Examinemos ahora el hijo pródigo, quien demandó recibir su herencia antes del tiempo que le correspondía, que hubiera ocurrido después de la muerte de sus padres. En vez de invertir su herencia sabiamente, él despilfarró todo su dinero en prostitutas y en vivir alocadamente. Cuando aquellos que supuestamente eran sus amigos vieron que se había gastado toda su fortuna, lo abandonaron, dejándolo totalmente destituido y así demostrando que clase de "amigos" el hijo pródigo había acumulado en su descendencia a la pobreza y a la vergüenza.
Dios quiere nuestra atención. "Vamos ahora, razonemos juntos," dice Dios a Sus hijos rebeldes. Su Palabra tiene mucho que ver en lo que se refiere a esta exhortación. Él quiere que nosotros meditemos en Su Palabra día y noche. Recuerdo que mis primeras memorias de mi padre fueron el verlo de rodillas en frente a una Biblia abierta. Yo nunca tuve que memorizar la Biblia. Escuché los versículos bíblicos tantas veces durante nuestras devociones familiares y los he leído tantas veces durante mi estudio personal que los versos de la Biblia han venido a ser parte de mí.
Una matrimonio se avecina. Ésta ceremonia se realizará en el cielo. Así como dice el himno:
"¡Qué día será, cuando a mi Jesús lo veré. Cuando Él me tome de la mano y me guíe a través de la tierra prometida... qué día tan glorioso será ese día!"
Deberíamos esperar este evento con entusiasta anticipación. Cuando alguien pregunta, "¿Cuándo cree usted que ocurrirá el arrebato?" Yo, por lo general, respondo, "¿Qué tan pronto quiere usted que ese evento suceda?" La siguiente anécdota ha sido contada por un predicador que preguntó a su audiencia infantil, "¿Quién quiere ir al cielo?" Todos los niños levantaron la mano excepto un niño que estaba sentado en la primera fila. Cuando la clase terminó, el predicador le preguntó al niño "¿No quieres ir tú al cielo?" "O sí señor" replicó el niño. El predicador dijo, "Pero cuando yo pregunté quién quería ir al cielo tú no levantaste la mano." O señor," replicó el niño "yo entendí que si queríamos ir ahora mismo."
Por supuesto que todos queremos ir al cielo pero hay tanto que queremos hacer en esta tierra primero que a veces perdemos el sentido de urgencia. Nosotros somos la novia de Cristo. ¡Qué trágico sería si careciéramos del entusiasmo de la anticipación que la novia tiene cuando el día de su matrimonio se avecina! Por una parte deseamos el estar con Cristo. Sabemos que el Señor nos ama, pero el pensar en estar al frente del YO SOY es un evento tan asombroso que apenas si se puede creer. Miremos este evento de su prometida venida con un nuevo sentido de anhelo, de ansía.
Es asombroso que Dios desea razonar con nosotros, Sus criaturas. La Palabra habla mucho del entendimiento. ¿Qué quiere decir esto? Dios puede explicar porqué Él ha hecho ciertas cosas pero no va a consultar con nosotros ni tampoco va a debatir ciertos temas. Dios no nos busca para que le demos consejo pero sí Él se deleita en nuestra obediencia. Nosotros debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y también amar al prójimo como a nosotros mismos. Jesús dijo que esto era la esencia de la Ley y de los profetas. Dios no tiene la obligación de explicarse a sí mismo ante nosotros. Pero aún así, Él nos dice, "Vengan, pongamos las cosas en claro" (Isaías 1:18). Yo creo que esta es Su manera de compartir Su corazón con nosotros. Muy a menudo yo pienso que tan grande es Dios y me maravillo de saber que desea nuestro contacto y nuestra fraternidad, nuestro compañerismo, pero así es Su corazón. Con la salvación todas las cosas vienen a ser nuevas y eso también incluye el principio de una relación íntima como la de un padre con su hijo.
Las Escrituras nos dicen: "Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia" (Proverbios 4:7). Dios no nos está exigiendo nada a nosotros, pero Él quiere que entendamos y que nos deleitemos en la relación que Él desea tener con Sus hijos. Por supuesto, que la fe no es un salto en la oscuridad con la esperanza que caigamos en algo blando. Debemos buscar primero dónde quiere Dios que nosotros vayamos y cuál es la voluntad de Él para nuestras vidas. Él quiere que nosotros sepamos. Él quiere que nosotros entendamos. Él no quiere tratarnos como esclavos sino como amigos queridos. ¡Qué asombroso! ¡Qué glorioso! Abraham fue llamado "el amigo de Dios." Jesús dijo a sus discípulos, "Ya no os llamaré siervos... pero os he llamado amigos" (Juan 15:15). Esto es difícil de imaginarse, ¡que podamos ser amigos de Dios! y no solamente Sus amigos sino Sus seres más queridos.
George Matheson expresó muy bien esta verdad y la llamó "como un día de primavera que viene de lo alto":
¡O, qué gran amor es este que no me deja ir!
Yo descansaré mi alma en ti Señor;
Te devuelvo la vida que te debía,
la cual estaba en las profundidades de tu océano
y que esta vida sea más rica y más completa.
O, qué bella luz que me ha iluminado siempre,
Te devuelvo mi antorcha titilando;
Mi corazón te devuelve el rayo que me prestaste,
Y que vino como un rayo de luz que iluminó el día
y que esta luz sea más brillante y más alegre.
O, qué gozo que me diste y que alivio para mi dolor,
Yo no puedo cerrar mi corazón a ti;
Yo puedo ubicar el arco iris a través de la lluvia,
Y siento que la promesa no fue en vano
Y que la mañana será gloriosa.
O, la cruz que levantó mi cabeza,
No me atrevo a pedir que la retires;
Yo descanso en el polvo de los muertos de una vida gloriosa
Y desde la tierra brota
Una vida que no va a cesar. Amen.
Se nos ha encomendado amar al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestras fuerzas y también amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Esta no es una sugerencia de Dios sino un mandato. Jesús dijo , "Cuando ores, si tienes algo en contra de alguien, perdónalo, o sino tu Padre celestial no te perdonará a ti". Eso es bastante difícil para nosotros encarar, pero el lenguaje está bien claro. Jesús continúa explicando que, "si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas."(Mateo 6:15). Esta es la parte que conocemos como el "Sermón del monte" y realmente esas palabras atraviesan nuestros corazones.
Yo me acuerdo un viaje que tuve en un taxi y le estaba tratando de explicar el evangelio al taxista. Este individuo decía que él nunca había pecado. Yo le mencioné las mismas escrituras citadas anteriormente y a continuación le pregunté: "¿Amas tú a tu prójimo como te amas a ti mismo?
Con una risa corta él dijo, "Yo no lo he hecho eso nunca."
"Bueno," yo contesté, "las palabras de Cristo son claras: si uno tiene algo en contra de alguien, entonces uno no puede esperar que Dios le perdone sus pecados." Por supuesto, sin la nueva vida que la muerte de Cristo nos da, el concepto de ese perdón, estaba más allá de su habilidad de comprender. Lo que era imposible para ese taxista es obligatorio para nosotros como seguidores de Cristo.
Esto es difícil de encarar. La oración que llamamos "El Padre Nuestro," es en realidad la oración que Cristo dio a Sus discípulos y a nosotros también. Nosotros podemos dirigirnos al Dios Omnipotente en la siguiente manera:
"Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu nombre, Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén." (Mateo 6:9-13).
Muchas veces pienso que asombroso es el tener una relación personal con Dios y que Él nos llame a nosotros Sus amigos. ¡Eso es increíble! Muy a menudo le digo a Dios, "Nosotros somos criaturas tan insignificantes y tú eres tan grandioso, ¿cómo es posible que nosotros nos podamos atrevernos a hablarte? Tú que eres sin comienzo y sin final; tú que eres infinito en poder y en sabiduría, y aún así nos llamas Tus amigos. ¡Qué gentil condescendencia! ¡Te ruego que me des la habilidad para poder contestarte en manera semejante!"
El Salmista dijo:
"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le has hecho poco menos que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies;
Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar." (Salmo 8:3-6)
¿Por qué quiere Dios que lo amemos? ¿Qué significa nuestro amor para Él? Él realmente no necesita nada de nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en una harmonía perfecta, completa en compañerismo entre ellos por toda la eternidad. No hay duda alguna que el hombre fue hecho no solamente en la imagen de Dios sino pare ser parte de un compañerismo único con Él. ¡Eso es demasiado para que nosotros ni siquiera podamos empezar a comprender!
Indudablemente que Dios no necesitaba la compañía del hombre. Era un relación especial lo que Él deseaba. Esa relación fue perdida cuando el hombre pecó y Dios ya no pudo tener un compañerismo con él. Nosotros no entendemos esta pérdida, pero estoy seguro que cada ser humano siente esta pérdida. ¡Qué tan profundamente Dios habrá sentido esa pérdida!
Existe un vacío en cada ser humano que solamente Dios lo puede llenar. Dios y el hombre fueron destinados para vivir en una relación de compañerismo. Los seres angelicales quienes no siguieron a Lucifer en su caída, nunca hubieran podido tener esta clase de relación con Dios, ya que siendo seres que no pecan, nunca podrían experimentar la deuda de gratitud del pecador redimido. Solamente el hombre puede hacerlo. (Lucas 7:47).
El abismo entre Dios y el hombre afectó el universo entero. Romanos 8 dice que toda la creación gime en angustia, esperando "por la manifestación de los hijos de Dios." Yo creo que cada ser humano sabe que existe algo malo y equivocado con este universo que continúa en descendencia hacia la guerra, hacia los asesinatos, las violaciones, al robo y todos los males de la sociedad humana. Tiene que existir algo más detrás de todo esto.
Los antiguos escritores sabían acerca de esto y trataron de expresarlo. Dickens lo hizo en sus escritos, al igual que Tolstoi, Dostoievski y muchos otros. En contraste, la gran mayoría de películas que Hollywood produce hoy en día no son solamente repulsivas moralmente, sino que también carecen de profundidad y son superficiales en su expresión de lo que la humanidad significa y fallan en revelar el vacío que existe en el corazón del hombre. Muchos de los escritores antiguos presentaban la maldad del corazón humano, y aunque no fueron Cristianos, sus escritos están llenos de ejemplos de lo bueno en contra de lo malo. Esto no es manifestado en las novelas populares y las películas de hoy en día, donde Dios no es honrado y muy a menudo ridiculizado. Reflejan el triste comentario bíblico: "Dice el necio en su corazón: No hay Dios." (Salmo 14:1; 53:1).
Cuando presentamos el evangelio debemos estar preparados para razonar. Sabemos que la Palabra de Dios es viviente y poderosa, la espada del Espíritu, y se nos es dado el privilegio de compartirla con otros. Debemos compartir las razones por las cuales creemos en Dios: "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). Y aquí la pregunta sería, ¿por qué alguien nos preguntaría acerca de una "razón"? Esto significaría que de alguna manera nosotros hemos provocado tal pregunta por la manera en que hemos conducido nuestra vida.
Muchas veces dudamos en compartir el evangelio porque no sabemos cómo empezar. Recuerdo la ilustración o el ejemplo que mi padre solía usar. Él contó una vez la historia de un barbero que estaba afeitando a un cliente y repentinamente el barbero alzó la navaja de afeitar por encima de su cabeza y dijo al cliente: ¿estás preparado para morir? El cliente se paró y salió corriendo de la barbería aterrorizado. ¡Indudablemente esa no es una manera apropiada para ministrar!
Recuerdo a una mujer muy bien vestida e indudablemente adinerada que estaba sentada junto a mí en un viaje de avión. Traté un par de veces de entablar conversación pero ella no me prestaba mucha atención. Empecé a murmurar una oración al Señor, "Señor, he tratado dos veces en hablar con esta mujer para poder compartir el evangelio. Si algo va a suceder entonces va a tener que ser ella la que tome la iniciativa." Yo estaba leyendo el libro de este famoso ateo Richard Dawkins titulado 'El Gene Egoísta' y había colocado el libro en el bolsillo del asiento frente a mí. Saqué el libro del bolsillo para seguir leyéndolo y la mujer que estaba al lado mío dijo, "¿Quién se atreve a escribir un libro como ése?" Esa era la oportunidad que yo buscaba y tuvimos una maravillosa conversación. Me enteré que ella era una alma que estaba buscando a Dios.
Hay personas alrededor de nosotros que están esperando que alguien les presente el evangelio. Una vez estuve sentado junto a una persona que estaba contemplando el suicidio. Ésta persona indudablemente estaba preparada para recibir el evangelio. Si uno quiere compartir las Buenas Noticias con alguien, el Señor abrirá una puerta. No recomiendo el forzar el evangelio a nadie. Dejemos que el Espíritu Santo haga su trabajo. Nosotros debemos buscar la dirección de Dios si queremos compartir Su Palabra de una manera eficaz.
El hombre moderno no tiene tiempo para Dios. Un antiguo himno hace la pregunta, "¿Qué piensas hacer con Jesús? No puedes ser neutral. Un día tu corazón estará preguntando, ¿Qué hará Él conmigo?" Por toda la eternidad, almas perdidas estarán obsesionadas y perseguidas por el pensamiento que la puerta del cielo pudo haber estado abierta para ellos por el Salvador que ellos rechazaron.
Por otra parte, podemos decir que tal puerta se mantiene abierta y quien desee puede entrar por ella. ¿Cuánto tiempo esta puerta va a permanecer abierta? Eso no lo sabemos, pero mientras todavía haya tiempo cada verdadero Cristiano debe estar alerta para entusiastamente y deseosamente tomar cada oportunidad que se presente de compartir las buenas noticias del evangelio. Esta es una expectativa "razonable" de nuestro Señor.
Título en inglés: "Reflections on a Reasonable Faith"