"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9).
Yo considero cualquier oportunidad que uno es usado por el Señor como un preámbulo de lo que es la gloria del cielo. Pero ese pensamiento no me vino a la mente cuando recientemente estaba yo echado en una cama en el hospital mirando al cielo raso, pensando en mi situación después de una operación. Estaba pensando más acerca de todos los tubos de plástico y bolsas que estaban sujetas a diferentes partes de mi cuerpo. También estaba pensando porqué el Señor permitía que esto me sucediera. Seguramente Él sabía que en mi condición presente yo no podría cumplir con mis obligaciones que mi ministerio requería y al cual Él me había llamado. Además, mi amigo Dave Hunt acababa de haber sido diagnosticado con cáncer a la próstata mientras que todavía estaba luchando para recuperarse de una operación en que su cadera artificial había sido reemplazada después de una década de uso. ¿Por qué el Señor permite que ambos estuviéramos padeciendo de enfermedades tan graves? Verdaderamente, comparado a otras enfermedades que otras personas están sufriendo, yo me avergüenzo de usar el término "padecer," pero al mismo tiempo, el pensar en los males de otras personas no ocupaba mucho de mi tiempo y de mis pensamientos cuando estaba en el hospital.
Las buenas noticias que mi cirujano me traía fueron contrarrestadas por una cierta complicación. El procedimiento quirúrgico que se utilizó para remover exitosamente una porción de mi colon y al mismo tiempo también un tumor grande (que en contra de todos los pronósticos no fue canceroso) había dañado un nervio en mi vejiga y como consecuencia había dejado de funcionar. Mi agradecimiento por la misericordia de Dios por no haber tenido cáncer rápidamente se perdió cuando tuve que pasar por una serie de exámenes médicos que se prolongaron por varios meses. El único versículo bíblico que puede pensar cuando me informaron que tenía que pasar por ciertos procedimientos médicos tres o cuatro veces al día y tal vez indefinidamente, fue el verso en el libro de Job:3:25For the thing which I greatly feared is come upon me, and that which I was afraid of is come unto me.
See All... "Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió." Aún acordándome de ese versículo y estar consciente de lo que Job había pasado, no me hizo sentir mucho mejor.
Otro versículo bíblico que me vino a la mente muchas veces durante mi experiencia en el hospital, fue algo que yo había predicado y enseñado previamente a través de los años: "Y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados" (Romanos 8:28). Ese versículo tan familiar me impactó enormemente cuando estaba echado en la cama del hospital. ¿Qué posible beneficio podría resultar de esta experiencia? Probablemente ninguno, pensé yo, ya que no podía ver más allá de la situación presente que era un malestar, un dolor, un temor, una preocupación y una ansiedad constante, además de lo que mi mente imaginaba.
Antes que me sepulte completamente en la fosa de la preocupación por mi persona, quiero decir que el Señor me obligó a que le prestara atención. Debió haber sido un pensamiento proveniente de Él porque yo seguramente no estaba pensando en desviar el enfoque de mi persona y darme cuenta porqué el Señor estaba haciendo todo esto. Esta convicción me punzó el corazón súbitamente. No me quedaron palabras en mi vocabulario como "¿Por qué?" O "Sí Señor, pero," sino que simplemente fue "Sí Señor," proveniente de una persona que se declaraba culpable y estaba cegada consigo mismo. En lo últimos años, nada me ha impactado tanto como ésa experiencia en el hospital.
Lo que ocurrió después de esta experiencia tuvo un efecto transformador en mí. Empecé a ver y aprender cosas de las Escrituras que aunque ya las sabía nunca las había incorporado en forma práctica o nunca las había hecho parte de mi vida diaria. Yo estoy convencido que crecí en el Señor en esos nueve meses mucho más que en los años anteriores. Pude apreciar, aunque sea sólo un poco, el cuidado que el Señor me dio cuando yo estaba totalmente incapacitado. Déjeme compartirles algo que Él me enseñó, especialmente con aquellos de ustedes quienes, como yo, están en una edad en que nos damos cuenta de las consecuencias destructivas del envejecimiento de nuestros cuerpos.
Un amigo me dio un versículo bíblico (en broma, pensé yo) que capturaba lo que el Señor estaba haciendo (yo creí) a través de mis pruebas físicas y espirituales: "(Él) me hará descansar..." (Salmo 23:2). Eso podía describir mi condición a la perfección y yo tampoco no estaba contento al saber eso, pero aquí está una de las primeras cosas que aprendí. Una de mis oraciones diarias es que el Señor me provea oportunidades para que Él me use. Yo no podía ver que eso estaba sucediendo dada mi condición física, echado de espaldas, con bolsas y tubos inyectados en mi cuerpo.
Para mí, las "oportunidades" significaban el poder ministrar a alguien. Lo que aprendí fue que el Señor tiene otro método por el cual Él nos puede usar. Él me permitió que yo sea la oportunidad para que otra persona pudiera ministrar. Ese conocimiento me molestó en mi amor o valor propio. También fui humillado cuando estuve consciente que esta revelación no era exactamente nueva para mí. Hace algunos años yo experimenté algo parecido cuando conocí a una persona ya avanzada en años, la cual no podía comprender por qué el Señor había decidido mantener en vida a su esposa cuando ella no podía ni siquiera alimentarse por sí misma, y tal trabajo había pasado a ser responsabilidad de él. ¿Estaría pensando este hombre que el Señor estaba usando a su esposa (que era creyente y que lo amaba mucho) para ayudarlo a él a crecer en compasión, en ayuda, en servicio y en amor y así llevarlo más cerca a Él? Este anciano, con lágrimas en los ojos, se dio cuenta que esto en realidad era lo que estaba pasando y los dos, él y yo, lloramos juntos abrumados por la gentil y amorosa mano de Dios sobre nosotros.
Yo estaba convencido que tal experiencia era verdadera a la Palabra y a la personalidad de Dios, pero no había sido mi experiencia, es decir, hasta el año pasado. Después de mis cuatro operaciones, yo empecé a ver a los doctores y a las enfermeras como aquellos a quien Dios les había encomendado a que me ministraran. Yo era su oportunidad. Aquellos que eran creyentes (entre los doctores y enfermeras) estaban cumpliendo su misión. Viéndome a mí mismo como una oportunidad para que estos profesionales médicos me ministraran, me hacía yo la siguiente pregunta: "¿Qué podría hacer yo para hacerles su trabajo más fácil? ¿o ¿cómo podría yo contribuir para que ellos cumplieran con la misión que Dios les había encomendado?" Aquellos que no eran Cristianos también apreciaban mi actitud de cooperación. Pero aún así yo pensaba ¿Cómo, dando la condición en que me encontraba, podría yo ayudar? Empecé por agradecerles, sonreírles, decirles una palabra alentadora, recordando sus nombres y mostrando un interés real en el trabajo que estaban haciendo.
Oportunidades, pude yo darme cuenta de inmediato, crean otras oportunidades. Después de unos días, pude ver que el Señor estaba creando ocasiones para que yo pudiera ministrar a ellos. Con cada doctor y enfermera que me atendía me propuse poner en práctica "mis dos reglas": 1)Confiar en el Señor, y 2)Hacer lo que los doctores y enfermeras me decían que hiciera. Eso siempre provocó un agradecimiento sincero de parte de ellos en la forma de un "amén" o de una sonrisa agradecida.
Poner en práctica estas dos reglas no resultó tan fácil como yo lo había creído. Cuando me dieron instrucciones de caminar un determinado número de veces o el tener que usar continuamente ciertos aparatos médicos para ejercitar mis pulmones (ninguna de estas dos actividades eran placenteras), fue realmente que por la gracia de Dios pude lograr lo mínimo que requerían de mí. Pero, poco a poco, pude lograr un cierto progreso. Algunas enfermeras se les ocurrió pensar que yo estaba en ese lugar para ayudarles a ellos a que me ayudasen a mí, y mi cuarto vino a resultar un lugar donde algunos de ellos empezaron a congregarse durante sus períodos de descanso o para simplemente conversar. Algunas de estas conversaciones eran una continuación de algo que habíamos hablado previamente. La mayoría de estas pláticas eran acerca del Señor y de la Biblia.
Yo siempre estaba buscando la forma de poder hablar acerca de Jesús y de su Palabra sin que aparentara como si yo les estuviera "predicando" a ellos. Un día vi que había un anuncio, un aviso, en el espejo sobre el lavamanos, que era un directivo para que las enfermeras se lavaran las manos. Aunque este aviso era bastante mundano, me dio a mí una gran oportunidad para hablar de la Biblia. Cuando cada enfermera se acercaba para lavarse las manos yo le preguntaba si había escuchado alguna vez de un doctor llamado Ignaz Semmelweis. Algunas decían que tal nombre sonaba familiar. Entonces yo les explicaba que tal doctor introdujo la práctica del lavado de manos en un hospital en Viena durante los años 1800s como un método de prevenir infecciones, especialmente aquellas infecciones que causaban la muerte de bebés recién nacidos.
Este médico observó que doctores y estudiantes médicos, por lo general, después de haber estado trabajando en cadáveres iban directamente a asistir partos y algunas veces utilizando los mismos instrumentos médicos. La muerte de los recién nacidos en este hospital era cerca del 30 por ciento. Después de instruir a todo el personal médico que se lavaran las manos y los instrumentos con una solución de agua y cloro, el porcentaje de la mortalidad bajó al 2 por ciento.
Tal procedimiento higiénico llevó al descubrimiento de los gérmenes como trasmisores de enfermedades, y aún así, las Sagradas Escrituras que fueron escritas hace 3,000 años ya mencionaban este procedimiento del lavado de manos que este doctor judío había iniciado en el hospital de Viena. Semmelweis creyó lo que Moisés había dicho al respecto. Trágicamente la profesión médica no creyó a Semmelweis. Fue expulsado del hospital. El porcentaje de mortalidad entre bebés recién nacidos volvió a ser el 30 por ciento y Semmelweis fue internado en un asilo para dementes donde finalmente falleció. Él no pudo entender el rechazo de parte de su profesión a su simple plan de salvar a bebés. Aunque la historia es triste, pudo facilitar el dar algunas oportunidades para traer las Buenas Noticias de la Biblia, la simple verdad del plan de Dios para salvar almas.
Yo experimento un inmenso gozo en mi trabajo del "Llamamiento Bereano" (The Berean Call) y mi llamado en tal ministerio es principalmente el ayudar a Dave Hunt en lo que Dios ha puesto en su corazón para que él haga. Yo he tenido el privilegio de haber trabajado con él en los últimos 30 años. El año pasado, sin embargo, tuve el temor de no poder cumplir con los requerimientos de mi llamado, especialmente sabiendo que Dave también estaba sufriendo una serie de enfermedades. Una vez más pregunté al Señor ¿Cómo puedo contribuir con los requerimientos de mi ministerio estando aquí en el hospital? No practico el hábito de cuestionar al Señor, pero las circunstancias me habían forzado a hacerlo. La respuesta que siempre llegaba a mi corazón era, "Confía y obedéceme Tom." Lo hice, y lo que sucedió después me llenó de asombro y a la vez fue una gran aventura.
Para empezar aprendí que cada momento que estamos despiertos es una oportunidad para poder ser usados en el ministerio del Señor, ya sea en el lugar de empleo o hablando con Él en oración o meditando en Su Palabra o haciendo nuestras labores cotidianas. He aprendido que Él permite que ciertas condiciones tomen lugar o se produzcan y entonces Él las usa para Su gloria y para dar resultados beneficiosos. Nosotros solamente necesitamos seguir Su liderazgo mientras que recordamos cuando Él oró a Su Padre en el Huerto de Getsemaní: "...mas no lo que yo quiero, sino lo que tú" (Marcos 14:36).
Lo que me ocasiona gran gozo es cuando recuerdo que cada encuentro que experimenté en el hospital, después de mis operaciones, fue sumamente fructífero en lo que se refiere al tiempo que yo estaba ministrando a otros y también el tiempo en que otros me ministraban a mí. Ninguna cura dramática ocurrió. En realidad, resultaron algunas complicaciones y ciertas cosas negativas. Aún así, fui dado de alta antes que lo habían pronosticado después de cada operación y pude regresar a mi trabajo después de un par de días, después de cada estadía en el hospital.
¿Y qué fue de la aventura? Eso vino cuando tuve que hacer mis tareas cotidianas, por varios meses, con ciertas bolsas y tubos que estaban adheridos a mi cuerpo. Cuando me vino el temor de no poder cumplir debidamente con los requerimientos de mi ministerio, el Señor arregló una cita con un hermano en Cristo cuya condición era la misma que yo tenía, pero en su caso era permanente.
Este hermano me dio un gran apoyo ya que él había pasado lo que yo en la actualidad estaba pasando y sabía muy bien todos los temores y dificultades físicas de mi presente condición. Allí fue cuando mi mente cambió de un temor constante al conocimiento o alumbramiento de saber que": El Señor me va a ayudar a través de esta experiencia." Además, yo sabía que Él podía darme una nueva actitud acerca de lo que me estaba ocurriendo y eso sería una bendición para aquellos que me estaban ministrando. Y así empezó mi recuperación completa, primero con el retorno de mi sentido del humor, el cual me había abandonado y el cual lo iba a necesitar para mis futuros encuentros. Tuve que tener mucho cuidado con los mecanismos médicos adheridos a mi cuerpo ya que podían reaccionar de cierta manera si yo comía ciertas comidas o si trataba de cambiarlos o modificarlos estando en vehículo de transporte como en un avión.
Los centenares de cartas y correos electrónicos que recibí de santos de todas partes del mundo diciéndome que estaban orando constantemente por Dave y por mí, me dieron un tremendo alivio y apoyo que va más allá de poder describirlos adecuadamente y eso resultó ser muy significativo cuando el Señor me abrió los ojos y me hizo ver lo que Él estaba llevando a cabo. Su manera de hacer las cosas, Su ‘modus operandi', indudablemente no es como el mío; lo que Él hizo fue mucho más allá de lo que yo podría haberme imaginado. Y lo mejor de todo fue como Él me mostró Su Palabra, tal real, cuando habló a mi corazón durante esa experiencia en el hospital, mucho más de lo que yo había experimentado anteriormente.
Aquí están dos de los muchos versículos que me ayudaron y me apoyaron enormemente:
"Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para la gloria de Dios. Por tanto, no desmayemos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:15-18).
"Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió Su rostro; si no que cuando clamó a él, le oyó" (Salmo 22:24).
Es por Su hijo que Él no solamente nos escucha sino que Él permite que experimentemos aquello que "produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria."
Todas mis operaciones resultaron en un éxito completo (ya no tengo ninguna bolsa de ninguna clase en mi cuerpo), pero la experiencia de la cual yo estoy eternamente agradecido es la gracia de Dios por permitirme ver cosas a las que yo estaba previamente ciego, y por haber renovado el hombre interior.
"Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame Tus sendas. Encamíname en Tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en tí he esperado todo el día" (Salmo 25:4-5).
OPORTUNIDADES DIVINAS
Título en inglés: "Divines Opportunities"